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Dios se manifiesta de maneras misteriosas

Eugenio TorresUno de los fundadores de la Alianza Floridiana para el Progreso, Inc., que ayuda a la juventud de Broward, y miembro de la parroquia San Isidro.


Hace ya muchos años, cuando me gradué de la Universidad de Puerto Rico con un flamante diploma de bachiller en ciencias.
Pensaba yo que nada era imposible de hacer en un laboratorio, y aquello que no se pudiera comprobar en una probeta o en un tubo de ensayo, no existía. Era casi mi religión, el pensar así, a pesar de que venía de un hogar tan católico como el mío. Algo pasaría, que me hizo cambiar de idea.

Resulta que vivía cerca de mi casa un sacerdote. Se llamaba el padre Felix Díaz. Le gustaba tocar la guitarra y nos hicimos grandes amigos, porque desde niño yo hacía y arreglaba guitarras con mi padre. Salíamos de noche a los velorios y a las promesas cantadas cuando alguien mandaba una promeza a la Virgen María para que le ayudara en algún momento de su vida. Como yo andaba con el cura, mi madre y mi padre no me regañaban cuando llegaba de madrugada de los velorios. Para mí era muy conveniente.

Un día, el padre Díaz me pidió que lo llevara a ver a mi abuela. El quería saber si era verdad que ella sabía de memoria una gran parte del evangelio, según aparece en la Biblia. El dudaba porque conocía que ella no sabía leer ni escribir y tampoco mi abuelo.
En ese tiempo, las misas eran en latín y eso aumentaba la curiosidad del padre Díaz: " no pudo aprenderlo en las misas", me dijo. Fuimos a ver a mi abuela y ella accedio a decirle al Padre lo que él le preguntaba.

Salimos de allí, y el padre Díaz me dijo que en verdad, ella conocía lo que la gente decía que sabía. Tal vez habría alguna palabra diferente, pero ella sabía gran parte del evangelio. Me contó el padre Díaz lo que mi abuela tantas veces me había dicho: Ella decía que sabía el evangelio de memoria porque lo aprendió en un sueño.

Enseguida salió de mi el reto para que se me diera evidencia científica de que eso podía ocurrir. No tenía base científica. El padre Díaz me miró con un gran sentimiento de cariño, se sentó conmigo y abrió la Biblia en el Libro De Job. Me señaló la parte en donde Dios le hacía preguntas a Job y este no sabía las contestaciones. El Padre Díaz me dijo entonces: "Mira Eugenio, hay misterios de Dios que no podemos entender, pero sabemos que están ahí todo el tiempo, con nosotros. Si tu abuela sabe o no el evangelio al pie de la letra, no es importante. Lo importante es que ella difunde la palabra de Dios entre las gentes y a través de ella se casan por la Iglesia y siguen creyendo y obedeciendo a Dios.

Ese día aprendí lo que ningún libro me podría enseñar: Dios se manifiesta de maneras misteriosas, las cuales no podemos entender, pero podemos ver su obra en la naturaleza y en las gentes. Esa tarde acompañé al padre Díaz a la iglesia y oré con él porque había cambiado mi vida para siempre. Luego volvimos a tocar la guitarra juntos.

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